Chico (Glen Hansard, líder del grupo irlandés The Flames) conoce chica (Markéta Ir-glová) en las calles de Dublín. Él combina su trabajo como reparador de electrodomésticos con su faceta de músico callejero, ella es una inmigrante checa que vende el Big Issue para cuidar de su hijo y su madre. Desde el momento en que sus miradas se cruzan por primera vez, el espectador es capaz de sentir que se ha establecido una conexión mucho más profunda de lo que una película romántica podría transmitir jamás. Porque si de algo puede presumir “Once”, la primera película del director John Carney que traspasa las fronteras de su Irlanda natal, es de honestidad. Una honestidad tan desgarradora como la canción de amor roto que uno compondría al saber que su pareja le abandona. O que no la va a volver a ver nunca más.

Ganador del Audience Award en Sundance, el sleeper del año cuenta con gente como Steven Spielberg y Bob Dylan en su club de fans, y lo cierto es que nadie debería dejar pasar la oportunidad de ingresar. Como musical romántico, “Once” es de un naturalismo tan pasmoso que sorprende que no lo hayamos visto antes: el chico y la chica se van conociendo (y enamorando) a través de las canciones que ella le ayuda a componer, con la esperanza de que algún estudio independiente se fije en ellos.
Es la clase de filigrana minimalista que se va descubriendo (y va creciendo) gracias al boca-oreja, la joya escondida entre tanto estreno prescindible.
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